lunes, 9 de julio de 2007

Soldream

Aterrizaron estrepitosamente en un terreno cenagoso, cubierto por una niebla que empeoró la visibilidad de golpe e inundado por un hedor a putrefacción y agua estancada. En cuanto las enormes garras de las dragones se hundieron en el barro, Armund y Mitherell saltaron y se lanzaron hacia el cuerpo inmóvil de Aldred, que reposaba unos metros más allá.
Soldream también hizo el ademán de bajarse, pero en cuanto quiso moverse un intenso dolor hizo encogerse a todo su cuerpo. Entonces se dio cuenta de su estado real: la masiva pérdida de sangre había rebajado sus fuerzas alarmantemente y los cortes más profundos sangraban aún, incluso con la ayuda de los potingues de la druida. El drow se sentía extramadamente débil y mareado. Y supo de inmediato que no se repondría en segundos precisamente.

Armund se acercó al guerrero e intentó incorporarle, pero el gemido de dolor que profirió le bastó para saber que el humano se había roto algunas costillas. Además, tenía uno de los brazos doblado en un ángulo antinatural. Mitherell escrutó los alrededores, mientras Armund le pasaba a Aldred uno de tantos fraquitos que guardaba en su bolsa bajo la nariz, intentando despejarle.

- Aldred, Aldred... ¿me oyes? - la elfa le cogió el rostro con ambas manos - Eso es, enfoca... Te has roto algunos huesos y todavía estás afectado por el combate, así que no te muevas...
- ¿Y... tú crees... que puedo? - jadeó él.
- Estamos en algún lugar de las ciénagas de Neilser... - anunció el elfo de pronto - Y eso es una mala noticia, chicos. No podíamos haber aterrizado en peor sitio.
- Pues yo te doy otra mala noticia: en el estado en el que está Aldred no podremos transportarlo volando, porque su estado podría empeorar. - la elfa echó un vistazo rápido en derredor y dijo:- Llévalo a aquella pared rocosa Mith, parece haber una especie de cueva. Hay que sacarlo del barro enseguida...
- Armund - le dijo Mith, cargándose al hombro a Aldred, que no paraba de gemir de dolor - Aguanta un poco hombre...
- Para tí... es fácil... decirlo...
- ¿Qué pasa, Mith?
- Creo que Soldream tampoco está en condiciones de viajar - el rostro del elfo se tornó extremadamente serio - Deberías echarle un vistazo a fondo.

La elfa se acercó al drow, que yacía medio grogui sobre el lomo del dragón negro. Armund dejó que él le pasara un brazo por los hombros y se apoyara en ella para andar por aquel terreno fangoso que les cubría de barro hasta los tobillos.

- Aguanta... - Armund le apartó el pelo manchado de sangre de la cara - Por favor Sold...
- Les he dicho... a los... dragones que... - pensar cada palabra le costaba un soberano esfuerzo - ... que vigilen y... nos esperen...

Tosió y escupió sangre. La cabeza le daba tantas vueltas que creía que en cualquier momento iba a sumirse en la oscuridad eterna. La elfa le suplicó algo, pero el drow no la entendió. Se arrastraron hasta la cueva donde Aldred yacía, sintiendo todo su cuerpo roto de forma seria, y Mith hacía lo que podía con conjuros simples que le calmaran al menos el dolor. Armund tumbó a Soldream en el suelo, sobre una capa desgastada, justo al lado de Aldred, quien poco a poco, se sometió al hechizo de somnolencia de Mitherell.

El elfo notó vagamente que los dedos de la elfa druida se movían por su cuerpo buscando heridas y huesos rotros.

- Déjalo, estoy bien... - mintió el drow, sintiendo que todo le daba vueltas.
- ¡Estate calladito! - le ordenó la elfa, al borde de la desesperación - Mith, necesito que me ayudes.
- ¿Es grave? - preguntó el hechicero ansioso.

Armund no contestó enseguida

- No creo que su vida corra peligro - asintió la elfa - Pero ha perdido mucha sangre, sus heridas no sanan como deberían y ahora no esta precisamente en estado de completa lucidez...
- Qué bien, tendremos unos minutos de paz.... ¿Y qué hay de Aldred?
- Sí, lo sé... Y en este lugar apenas crece nada...
- Ar... mund - susurró el drow - Iros... vosotros... dejadme, yo...
- ¡Deja de decir bobadas y descansa! No conocemos este lugar, te necesitaremos - le cortó la elfa - Te recuerdo que sigues siendo nuestro guía.

El elfo oscuro hizo el ademán de reír, pero eso sólo provocó que volviera a escupir sangre. Después de eso, el mundo se le volvió negro y se desmayó. Los dos elfos estuvieron tan concentrados en curar las heridas de sus dos compañeros que ninguno se dio cuenta de que parte de la sangre de Soldream había caído sobre Aldred, y que dos gotas furtivas resbalaban por la comisuras de sus labios y se deslizaban por su garganta...

miércoles, 4 de julio de 2007

Aldred

Los dragones se elevaban hacia el cielo, con sus grandiosas alas sujetas con tendones de acero a su descomunal cuerpo, mientras rugían con gran ímpetu. Mitherell agarraba a Aldred para que no se cayera del lomo del dragón negro. Soldream y Armund volaban cerca.

Pasaron minutos, tal vez horas, desde que partieron de la Antípoda Oscura, y hacía ya un tiempo que el cielo se había tornado a un tono más azul, el ambiente era más agradable, y el silencio solo era roto por el batir de las alas y algún que otro rugido bestial.
Desde que habían partido, ninguno de los compañeros había hablado, pero cada uno de ellos estaba contento del resultado.
Armund admiraba desde el cielo las grandiosas tierras que se extendían por debajo, mientrás a cada aldea que pasaban emitía un grito de emoción.
Soldream continuaba durmiendo, aunque Armund había obrado algún que otro bien para su salud. Mientras dormía le había suministrado una pequeña pomada que sanaba el cuerpo magullado de Soldream, aunque algunas heridas seguían abiertas.

Mitherell había vencido el miedo de volar a lomos de un dragón y cantaba una canción popular de su tierra mientras observaba cada movimiento de los dragones en el aire


- Es como un pez en el agua- decía Mith mientras los tendones del lomo se tensaban.

Aldred continuaba sin abrir los ojos pero su pulso y respiración se habían normalizado. Mientras su cerebro entraba en consciencia, solo fue capaz de percibir el viento sobre el cuerpo y el baibén del dragón. Antes de abrir los ojos se imaginaba estar viajando en un carruaje con un acólito de sirvientes trayendole trozos de jabalí ahumado y vino con especias, pero al abrir los ojos se encontró con la mirada del dragón que montaban Soldream y Armund y un escalofrío recorrió su cuerpo de arriba a abajo. "
¡UN DRAGÓN!" pensó Aldred e instintibamente se llevó la mano a la empuñadura de su espada, pero al ir a desenvainarla se encontró con que Mitherell le cogía la muñeca mientras esbozaba una amplia sonrisa

-Tranquilo, no son peligrosos-. Aldred le miró con una ceja levantada incrédulo, pero dejó la empuñadura y miró hacia abajo.

Fue cuestión de segundos, cuando Aldred miró abajo, su cara perdió color y sus ojos vizquearon mientras su cuerpo se precipitaba al vacío.
El aire golpeaba fuertemente el cuerpo de Aldred y su cara se distorsionaba con la caída. El fuerte viento ayudó a Aldred a recuperar el sentido, pero fue absurdo, ya que su cuerpo caía por el cielo como una piedra y nada podía hacer por evitarlo; por su cabeza pasarón miles de imágenes y recuerdos: Guerras, batallas, cada uno de sus enemigos derrotados, sus hermanos caídos, Duzmor, Soldream... Mitherell... Armund... Armund... Armund, te amo" fué este pensamiento y no la muerte inebitable lo que hicieron que Aldred se contrajera de dolor en el aire.

El suelo se aproximaba muy deprisa bajo él y sus tripas dieron un salto cuando una garra negra inmensa surgió de las nubes y lo enganchó por el justillo de cuero que cedió un poco bajo el peso de la caida.
Entre el batir de las alas Aldred oía sus compañeros


- TE...........MOS.............QUE................DES...........DER- gritaban desde arriba - ¿Armund?!" pensó Aldred lleno de alegría.

Aunque más despacio, la caída seguía siendo rápida ya que los dragones se disponían a aterrizar y no sería precisamente delicado.
Fué cerca del suelo cuando Aldred se percató de la situación, si él dragón aterrizaba, el sería aplastado bajo su peso. Rápidamente cogió la daga de su cinturón y se dispuso a cortar el justillo.

En algún momento de la caída, Soldream se había despertado alertado por los gritos de sus compañeros y se había sumado a ellos


- ¡¡NO LO CORTES AÚN, IMBECIL!!- gritó, pero ya era demasiado tarde: Aldred había cortado el justillo y caía contra el suelo con gran violencia, mientras su cuerpo rodaba levantando una gran nube de polvo.

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"Muy lejos del suelo" pensaba Aldred mientras caía maldiciendo para sí mismo "I
mbécil, imbécil....". El impacto fue tremendo, todo el aire de sus pulmones fue expulsado al exterior por el golpe, y un dolor lacerante le recorría todo el cuerpo mientras rodaba por el suelo.
Cuando se detubo en el suelo solo podía rezar para que ninguno de sus huesos estubiera roto, pero no se podía mover del suelo, el dolor era abrumador.

martes, 3 de julio de 2007

Soldream (último capítulo)

El grito del elfo oscuro sacudió hasta los más profundos cimientos del palacio.
Soldream cayó de boca contra el suelo, y tuvo que hacer un esfuerzo más que soberano para poder erguirse sobre sus brazos, cubiertos de sangre.

- ¡Soldream! ¡Soldream, mírame! – sollozó Armund – Por favor, mírame…

El drow la miró a los ojos, y Armund resopló aliviada. Aunque cansados y torturados por el sufrimiento y la confusión, sus ojos volvían a ser esos dos zafiros brillantes y translúcidos que tantas sensaciones contradictorias despertaban en ella.
Volvía a ser él.

- ¿Qué ha..?
- ¡No hay tiempo ahora! ¡Mith y Aldred están con Jarlaxle, tenemos que volver! – dijo Armund, al darse cuenta de la situación real.

Dejar a los dos compañeros incoscientes solos había sido una verdadera imprudencia, y la elfa no pudo evitar pensar que Soldream probablemente le habría echado una buena por su despiste, si tuviera energías suficientes.
Armund cargó a Soldream, y empezaron a andar lo más rápido que pudieron hacia la sala del trono.

- ¿Cómo te encuentras? – le preguntó Armund en el trayecto.
- He estado… mejor – jadeó Soldream – No siento el brazo izquierdo… ¡Ah!
- Tranquilo, es normal después de perder tanta sangre. De hecho me sorprende que te tengas de pie – rió la elfa, enarcando una ceja.

Soldream repitió el gesto, y dejó escapar una risita entrecortada.
Sí, volvía a ser él.
En cuando estuvieron delante de las enromes puertas de la sala del trono, lo primero que pensaron es que, cuando las abrieran, Jarlaxle habría matado a sus dos compañeros; o en el mejor de los casos, intentaría hacerles un chantaje.
Sin embargo, cuando Armund abrió las puertas, se encontró un panorama bastante distinto: Jarlaxle yacía en el suelo, con las manos en la cabeza, encogida sobre sí misma, retorciéndose de dolor en el suelo. A sus pies, el báculo mágico que portaba, se había desintegrado en miles de astillas. Mitherell mantenía a la elfa oscura cautiva en una prisión mágica que a duras penas sí podía mantener. Aldred yacía detrás del elfo, aún sin conocimiento.

- Un poco más y os perdéis el gran final – bromeó Mith, al verles al menos de una pieza.
- ¿Cómo… lo has hecho? – preguntó el drow.
- No estoy seguro, cuando despuerté ella ya estaba así, retorciéndose de dolor como una histérica – dijo el elfo, intentando no perder la concentración – Yo solo destruí el chisme ese – añadió señalando el báculo destrozado.

Los tres miraron a Jarlaxle. Si tenían que acabar con ella, ahora era el momento… Soldream echó un vistazo por encima de sus pestañas llenas de sangre. En uno de los espasmos de su madre, pudo ver que la cara de ésta se había descompuesto. Es más, todo su cuerpo se estaba volviendo flácido y esquelético, como si estuviera envejeciendo más y más, cada segundo que pasaba.
Armund miró a Mitherell al darse cuenta también de ese detalle. El elfo sólo se encogió de hombros en un mudo “No soy yo”.
Soldream lo comprendió enseguida.

- Eso es lo que hiciste… Vieja bruja – dijo con una sornisa casi diabólica – Vendiste tu alma… a cambio de poder despertar el poder de Duzmor, por eso me necesitabas vivo… El sello no es sólo un método de control… sino la llave que abre la prisión del demonio y que te mantiene a ti con vida, con ese cuerpo perpetuo…
- Te mataré… ¡Vendrás conmigo al infierno! – Gritó Jarlaxle tras su putrefacta máscara.

En cuanto intó levantarse, la prisión de Mith le dedicó una descarga eléctrica que la tumbó por completo. Jarlaxle le dedicó la mirada con más odio que Soldream había visto en su vida. Y le gustó.

- Armund, escucha… Atentamente lo que te voy… a decir – jadeó el drow.

Armund asintió gravemente.

- Pon tu mano… sobre lo que queda del sello. Aún siento su vínculo… Después, destrúyela…
- Pero, ¿cómo…?
- ¡Hazlo! – el drow escupió sangre por la boca – Y después… Dile a Mith… Que hay que salir de aquí lo más rápido posible… Vamos…

Armund, con la mano temblorosa, puso la mano una vez más en el herido hombro del drow. En cuanto su mano entró en contacto con el sello, éste se iluminó de nuevo. Pero no con el resplandor candente de antes, sino con un resplandor azul eléctrico que casi iluminó toda la estancia.
Armund sintió miedo, sintió esa presión que tanto la asfixiaba. Sentía el dolor de Soldream, la ira de Jarlaxle… Y por un momento le pareció ver la cara de Irish, que le sonreía, a ella.
El sonido de una explosión la sacó de su extraño trance. Al igual que había hecho con los drows de las mazmorras, Jarlaxle había explotado en mil pedazos. Mith deshizo la prisión mágica, asqueado, y los resto de sangre, vísceras y jugo craneales que se había pegado a la pared invisible de la prisión cayeron al suelo con un desgradable gorgoteo.

- Nunca me acostumbraré a esto – murmuró, mientras empezaba a cargar con el inerte Aldred.

Armund, agotada, sonrió a su compañero.
Soldream sintió un último pinchazo en la base izquierda del cuello, y finalmente, el dolor remitió. Por fin dejó de sentir a Jarlaxle
De pronto, un estruendo y un temblor recorriron la sala, como si se estuvieran moviendo las mismísimas entrañas de la tierra.
Armund y Mith se miraron el uno al otro, y exclamaron al unísono.

- ¡TERREMOTO!
- ¡Por eso te dije que teníamos que largarnos enseguida! – vociferó Soldream, por encima del estruendo que iba en aumento.
- ¡Podías haberme contado este detallito! – contestó Armund de mala gana, mientras corría en dirección a la salida.

Mith y Armund se movían torpes, pues cargar con sus compañeros, unido al tener que esquivar los cascotes que caían implacables del techo, hacía que tuvieran que ir demasiado despacio. Si no se daban prisa, se les caería encima toda la estructura-
Cuando alcanzaron la salida hacia la chimenea del volcán, la situación no mejoró, precisamente. El nivel de lava ascendía por momentos, el calor se hacía más que insoportable, y las pasarelas de piedra que comunicaban la sala con la salida al exterior se había derrumbado y era prácticamente imposible alcanzarlas. Además, el pesado aire olía a azufre y a quemado, lo cual no ayudaba sino a presionar aún más la atmósfera.

- ¿¡Y AHORA QUÉ HACEMOS!? – preguntó Armund, por encima del ruido a su compañero.

Mith, aún abrumado por la mortal visión de su perdición, no supo qué responder.
Entonces, dos bramidos ensordecedore distrajeron la atención de los dos elfos.
¡Los dragones! ¡Eso es!
Los dos dragones negros se movían inquientos, y batían las alas intentando soltar las cadenas que ataban sus cuellos a la negra roca volcánica.
Si consiguieran llegar hasta ellos podrían salir volando de allí, y alejarse lo más rápido posible. Sin embargo, Armund dudó de cuál de las dos opciones era peor: morir abrasados o destrozados bajo las mandíbulas repletas de dientes de los dragones.
Armund tenía que intentarlo. Aún con Soldream a cuestas, llegó y escaló hasta la cima del altar de piedra donde los dos dragones rasgaban el suelo con sus enormes uñas níveas, y chascaban las mandíbulas de impaciencia. Armund se acercó al que estaba más cerca: sus escamas eran más negras que la roca sobre la que se encontraba, y sus ojos eran del color de la sangre recíen vertida, y parecían brillar con luz propia. Sus alas eran de un tono vinoso muy oscuro, y los cuernos, la hilera de púas en su espalda y sus zarpas iban a juego con los blancos colmillos de sus fauces. El dragón, al ver a la intrusa, rugió y erizó el cuello de forma amenazadora.
Soldream le dio un toque a Armund, y le dijo duras penas:

- Sie rinte rihäer, Fatheren visna… Rívoni aë agunthu dâer…

Armund no entendió ni una palabra, pero su intuición le decía que probablemente los dragones sí las entendieran. Se acercó temerosa, hasta el dragón, inclinó la cabeza brevemente en señal de respeto, y recitó

- “Sie riente rihäer, Fatheren visna. Rívoni aë agunthu dâer…” – su propia voz pareció recobrar eco entre el estruendo con aquellas palabras.

El dragón chascó las mandíbulas y sacudió la cabeza, y plegando sus alas, se tendió sobre el suelo, a la espera de que Armund montara sobre él. La elfa, maravillada por su obra, le dio un grito a Mitherell, que estaba escalando la roca con el pobre Aldred cargado a la espalda.

- ¡Vamos, tengo un billete de salida!

Cuando Mitherell llegó, Armund le explicó lo que tenía que hacer con el segundo dragón, cuyas escamas eran de un color negro hematites, las membranas de sus alas gris ceniza, y sus ojos, dorados. Mith, con cierto recelo (enseñarle la nuca a un dragón histérico no era una idea tranquilizadora, la verdad) y recitó las misma palabras que Soldream. En cuanto el dragón se agachó, cargó a Aldred en el hueco entre dos púas, justo delante del nacimiento del ala, y se sentó detrás. Armund montaba con Soldream delante, que a duras penas si era capaz de mantenerse erguido.
A la señal de Armund, Mitherell lanzó dos rayos contra la cadenas, que estallaron en pedazos. Los dragones, con un sonoro rugido de libertad, desplegaron sus impresionantes alas, y lanzando bocanadas de fuego al aire, se elevaron por el cráter del volcán.
En un último vistazo, Armund pudo ver, a través del humo, cómo del pasillo de las mazmorras salía un torbellino de gente, que salía del interior del volcán y se internaba en los bosques que lo circundaban. Habían conseguido escapar de las prisiones…
Soldream no pudo más. Se recostó sobre las escapas pulidas del cuello del dragón, y cerró los ojos, mientras el aire fresco de las alturas acariciaba su pelo teñido de rojo por la sange que aún cubría su cuerpo casi por entero.

Armund

Armund no sabía exactamente qué debía hacer, pero su cuerpo le pedía a gritos acercarse a Soldream y tocarle. Necesitaba estar cerca de él.
Se arrastró hasta el drow y sin saber exactamente por qué, le tocó la frente. Los ojos de la elfa se pusieron en blanco y sujetó con fuerza la cabeza de Soldream. Toda la vida del elfo pasó ante sus ojos: su niñez, su adolescencia, el rechazo y la indiferencia de Jarlaxle, su utilización, sus torturas, su entrenamiento, sus asesinatos... En todos aquellos recuerdos finalmente apareció la cara de una drow, que increíblemente se parecía a Armund. Aquella debía ser Irish. la elfa aflojó la presión de sus manos en la cabeza de Soldream. El drow temblaba con violencia de la lucha interior que tenía por no matarla, aparte del agotamiento y el dolor de la pierna rota.
Los recuerdos del drow pasaron más despacio en la mente de Armund, y ésta pudo ver con claridad el asesinato de Irish. Vio la rabia de la drow contra Jarlaxle, su resignación cuando ésta la sentenció a muerte. Parecía ser que ya lo esperaba. Y también su terror dibujado en la cara cuando vio a su asesino. Vio su impotencia, y su inmensa tristeza al sentir q la persona que tanto amaba tampoco podía hacer nada. Que todo iba a acabar así. Su desesperación de que, en el últimomomento, alguien pudiera matarla menos él.
Cualquiera... Menos él.
Pero su deseo no se cumplió, y murió mientras miraba a Soldream a los ojos. Esos ojos que unas horas antes rebosaban de ternura, y ahora no había un ápice de luz en ellos. Esos ojos que ahora amenazaban a Armund. La misma mirada con la que Aldred por poco la mata.A la elfa se le paró el corazón cuando Soldream le clavó el cuchillo a Irish en el pecho. Pero necesitaba saber más. Estaba agotada por el esfuerzo que estaba realizando, pero tal vez ahí estaría la clave para destruir el sello, o al menos anularlo. De hecho, se estaba sorprendiendo con la relativa facilidad con la que se estaba introduciendo en la mente del drow, ya que éste siempre había estado un "tanto" distante de ella desde que se habían conocido, aunque sí había notado que siempre estaba bajo su mirada. Armund siguió introduciéndose en sus recuerdos. Tal vez fuera porque la mente del drow ahora estaba unp oco debilitada por el esfuerzo realizado hasta ahora. Aún así, tenía sus dudas.
De repente, Armund vio a un Soldream totalmente abatido y furioso. Era después de haber matado a Irish y estaba encadenado a una columna. Su madre lo había hecho azotar y no le había dado de comer en todo el día. Era su castigo por haberse enamorado.


-Espero que no lo vuelvas a hacer-dijo Jarlaxle impasible mientras lo miraba-Recuerda que eres solo mío.

Dicho esto, le soltaron y su madre se acuclilló junto a él mientras le acariciaba la sangrante mejilla.


- Si esta noche estás conmigo, el castigo de mañana será mucho más blando-susurró.

Soldream le quitó la mano de su cara de un manotazo y a la reina se le contrajo la cara de ira

-Nunca aprenderás, estúpido.


Para el ritual de la drow, la habían quitado todas sus pertenencias y la habían tapado el cuerpo con una sábana blanca, dejando tan solo al descubierto su cara. Cuando Soldream la asesinó, la taparon la cara y dejaron que el drow la enterrase. Tras este acto, el elfo cogió las pertenencias de Irish y las escondió bajo una baldosa de su habitación. Armund hizo un último esfuerzo, quería saber en qué baldosa lo había escondido. Una gota de sudor perlaba la frente de la elfa y los dedos le dolían del esfuerzo. Los tenía totalmente agarrotados y sudorosos. Finalmente, vio la baldosa y retiró sus manos de Soldream.
En aquel mismo momento, Jarlaxle se zafó de Mitherell con una estocada con su cetro. De él salió un poderoso rayo y Mitherell salió despedido por los aires. Su cabeza se dio contra el suelo y quedó inconsciente. Jarlaxle vio entonces su oportunidad y sonrió envenenadamente a la elfa.
Armund tragó saliva.
Ahora estaba sola ante una reina loca y un drow medio poseido. Jarlaxle empezó a recitar un cántico mienras entornaba los ojos. Empezó a girar con brusquedad las manos y los dedos, y Soldream comenzó a gemir y a gritar de dolor. Armund vio que perdía mucha sangre y que el drow era cada vez menos dueño de sí mismo. Aún así, la pierna rota de Soldream, se movía en ángulos extraños, hasta acabar los huesos totalmente colocados donde debían estar. Soldream desgarraba la sala con sus gritos.
Unos momentos despues, cuando el drow volvió a mirarla, Armund vio a un elfo completamente distinto al que ella había conocido. Y sintió…
Frío…
Los ojos de un Soldream más despiadado aún que el asesino que una vez entró en su casa. Se sentía familiarmente angustiada.


-Y ahora, mátala... hijo mío.-siseó la reina.

El drow se levantó pesadamente y miró a la elfa a los ojos. Ella sabía que era inútil decir nada, no era consciente de sí mismo. De todas maneras, Armund estaba demasiado confusa de cómo había conseguido colocarle los huesos sin tocarlo. Mientras estuviera en contacto con la mirada de su madre, Soldream estaría poseido. Simplemente, sería un puro objeto.
Corrió lo más lejos posible del drow, a la columna más lejana, aunque sabía que eso era una tontería, solo era para ganar tiempo. Necesitaba pensar en algo. En frente suya, junto a Aldred, estaba su zurrón con sus pociones. Si consiguiera llegar hasta ella... Ahí dentro había algo que la podría salvar la vida, por un tiempo.
Cuando les había robado las armas a los drows en las mazmorras, también les habia quitado unas botellitas llenas de gas venenoso, iguales a la sque le shabían lanzado a ellos para encerrarles. ¡CRASH! Armund tuvo que esquivar el rayo que le lanzó Jarlaxle, que dio de lleno en la columna que la protegía, y esta se derrumbó. Aprovechó el humo para escurrirse hasta llegar a su bolsa.
Justo entonces, Soldream la empujó cayendo al suelo. Sin embargo, no soltó la bolsa. Rápidamente, y con dedos temblororsos, la abrió y sacó la botellita. Soldream se lanzó a por ella, ero Armund ya había lanzado aquel frasco contra Jarlaxle.
Un humo verde envolvió a la reina y ésta empezó a toser y a carraspear mientras caía de rodillas, y Soldream tuvo que apartarse varios metros para no tragar humo, rodeando la espesa nube.
Armund aprovehcó aquella confusión para escapar de aquella sala. Soldream la interceotó y la retorció el brazo; la elfa ahogó un grito. Armund se inclinó y le hizo un barrido con la pierna. El drow cayó de espaldas pesadamente y la elfa consiguió escapar de la estancia. Corriendo por los pasillos, se dirigió a la habitación del de Soldream. Sabía exactamente dónde se encontraba gracias a los recuerdos que había visto. Finalmente, al final de un largo pasillo, giró bruscamente a la izquierda y abrió una puerta llena de runas. Entró en una pequeña sala y se apoyó contra la puerta respirando agitadamente. Por fin la había encontrado. No tenía mucho tiempo. Soldream la estaba persiguiendo y Jarlaxle no tardaría mucho en reponerse. La habitación estaba en penumbra. Tenía una mesa con varias sillas, una cama con dosel, y pocas cosas más. Si Soldream entraba, tardaría un poco en encontrarla, aunque esa era la última idea aque quería...
Además, ya no estaría en contacto con Jarlaxle, y no estaría bajo su dominio, aunque tenía que anular el trance en el que se hallaba.


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-Armund...-canturreó Soldream con voz melosa mientras entornaba la puerta.-¿Qué haces aquí? Sabes que vas a morir, no sé por qué te escondes.

Armund respiraba agitadamente detrás de la cama del drow, mientras este avanzaba tirando sillas contra el suelo y la pared. Cada vez que éste rompía un mueble, a la elfa se le encogía el corazón de miedo. No podía estar más acurrucada contra la pared.


-¿Sabes? Has invadido mi vida, mi espacio… No has sido nada mas que un estorbo desde que te he conocido. Y yo que pensaba que eres igual que ella... No te soporto.


Otra silla. Las astillas saltaban por la habitación. Intentaba no escuchar las palabras del drow, pero estas se le clavaban como agujas en el corazón, a pesar de que una parte de ella sabía que era Jarlaxle la que las pronunciaba a través de la boca de su amigo.

-Tu forma de ser... Esa maldita forma de ser, que siempre tienes que ayudar al que se te cruza por delante. Así has acabado, y así acabarán todos. Esas malditas ganas que tienes siempre de intentarlo todo, por muy imposible que sea. Eres igual que Irish.

Unas astillas cayeron al lado de la elfa, que dio un respingo, y un pequeño alarido salió de su garganta. Armund se tapó la boca. Estaba perdida.

-Hola-susurró una voz encima suya.

A la elfa se le heló la sangre. Soldream se rió y cogiéndola por el cuello, la lenvantó y la empujó fuera de la estancia. A la luz de las antorchas de los pasillos, Soldream podría verla. Armund contuvo la repsiración. -¿Qué..?-dijo confuso Soldream.

Armund vestía las ropas de Irish.

-¿Qué haces con eso?


Se avanzó lentamente hacia ella y extendió un brazo. Armund cerró los ojos. Seguramente la pegaría, pero...

-¿Qué haces aquí, Irish? Si mi madre te encuentra te matará. Ya te he dicho que te vayas.-los dedos del drow rozaron la cara de la elfa y esta abrió los ojos.


Evidentemente, el influjo de Jarlaxle había disminuido y las ropas de Irish lo habían confundido. Soldream la abrazó con fuerza y la susurró en el oido.

-Te quiero.


Armund lo abrazó también, sus manos subieron por la espalda del drow hasta llegar a su hombro izquierdo. Estuvieron un rato en silencio, abrazados. Tan sólo se oían sus respiraciones en aquel silencioso pasillo. Finalmente…

-Lo siento-susurró Armund.- Pero lo que estás viviendo no es más que un sueño


Antes de que el elfo se diera cuenta de qué pasaba, la elfa hundió sus uñas en la carne del drow, encima del sello. En aquel momento, el aire fue desgarrado por un grito.

lunes, 2 de julio de 2007

Soldream

Soldream respiró, intentando recuperar el aliento, y cuando volvió a centrar su vista en Aldred, se quedó sin palabras.
Armund le mecía entre sus brazos, con lágrimas en los ojos. Había conseguido que Duzmor no despertara, por suerte. No puedo evitar que una media sornisa se perfilara en su rostro, aunque sientiera todo su cuerpo magullado y ya casi no sintiera su pierna, que por cierto, estaba destrozada. Aún así, se sentía tranquilo.
Pero su tranquilidad apenas duró un instante. En cuanto sus músculos se relajaron, sintió el incandescente dolor del tatuaje en el cuello. Fue un oleada tan intensa, que el drow perdió las pocas fuerzas que le quedaban y empezó a revolverse en el suelo, con las manos en la cabeza, gritando.

- Malditos seais todos - siseó Jarlaxle - ¡Y maldita esas tú, zorra elfa! ¡Pienso acabar contigo!

Soldream mientras tanto, gritó con más fuerza, como si intentaran partirle la cabeza en dos.

- ¡Soldream! - gritó Armund, sujetando a duras penas el pesado cuerpo de Aldred - Mitherell, ¿qué le pasa?
- Jarlaxle está intentando controlar su mente - dijo el elfo - Intentaré detenerla.

El elfo se concentró, y empezó a recitar las palabras de un hechizo élfico. Pero en cuanto su mente entró en contacto con la de Soldream, el elfo se hechó hacia atrás, con un irrefrenable dolor en el cuello, y con las manos en las sienes.

- ¡Mith, ¿qué ha pasado?!
- Dioses... Nunca había visto algo así...
- Ni lo verás nunca, hechicero - dijo Jarlaxle - Éste sello es mucho más de lo que aparenta, tú lo sabes. Soldream es mío, me pertenece, y hará lo que le ordene... Si fue capaz de matar a la persona que amaba, será capaz de mataros a los dos. - observó a Armund con desprecio - Y tú... Tú eres igual que ella...
- ¿Q.. qué dices? - Armund no la entendía.

Pero pronto, sus sentidos se centraron en Soldream, que se retorcía torturado por la oscura magia de su madre. Entonces, la elfa sintió a Aldred moverse entre sus brazos.

- ¿Aldred?
- El sello... destrúyelo... el vínculo...
- ¿Qué?

Aldred no habló más. Volvió a sumirse en un sueño pesado, inconsciente.

- ¿Qué pasa? - dijo Mith, inquieto.
- No... ¡no lo sé! Ha dicho algo de destruir el sello y no sé qué de un vínculo...

A Mitherell se le iluminó el rostro.

- Eso es - se acercó a Armund - ¡Es el sello! Si destruimos el sello que tiene Soldream en la espalda, Jarlaxle no tendrá poder sobre él.
- Claro, y eso, ¿cómo?
- Hay que distraer a Jarlaxle... Yo mismo lo haré. Tú tienes que buscar la forma de que el sello deje de funcionar...
- Pero yo no...
- ¡Hazlo!

Mitherell se lanzó contra Jarlaxle, enviándola varios conjuros de ataque. La elfa oscura tuvo que dejar de lado su tortura, para centrarse en protegerse. Armund miró a Aldred, mordiéndose el labio inferior, pero finalmente lo dejó con cuidado en el suelo, y se acercó ald row, que tembalba en el suelo.

- ¿Sold...?

Cuando el drow la miró, a Armund se le paralizó el corazón. Úno de sus ojos tenía un intenso brillo de dolor e impotencia, mintras que el otro se había quedado sin luz, sin brillo, sin vida.
Como si esa parte de su ser ya no existiera. Le sangraban los oídos, la nariz, la boca, sus lágrimas eran de sangre. Como si cada poro de su piel sudara sangre. Era horrible.
Soldream se tapaba esa parte de la cara con una mano, sin dejar de gemir de dolor. Parecía debatirse entre la orden de matarla y el deseo de no hacerlo... Lo único que se veía a través del espeso líquido rojo era el tatuaje, que seguía brillando como un ascua encendida.
¿Pero, cómo desactivarlo?

Aldred

Aldred luchaba contra su cuerpo, luchaba incesantemente sin miramiento alguno. Tenía que luchar, tenía que resitir, pero cada vez su alma se volvía menos densa, iba desapareciendo poco a poco. La energía que había conseguido retenerlo en ese mundo parecía agotarle lenta, pero implacablemente. La fuerza vital se iba apagando como la luz de los ojos de Soldream, a quien su cuerpo le estaba afixiando.
Su alma intentaba introducirse de nuevo en su cuerpo, pero existía un muro, invisible y poderoso que no le permitía acercarse, solamente podía interponerse entre su cuerpo y provocar unos momentos de presión sobre él. Entonces al mirar hacia atrás pudo ver como Armund se aproximaba a su cuerpo con una daga que irradiaba un brillos azulado a los ojos normales, pero él, al ser un alma, pudo verlo claro: una pequeña porción del alma de Armund estaba impragnada en la daga.
Sentía el poder, el deseo de penetrar a quel ser, de introducirse en él. La daga entró limpiamente por el costado del cuerpo de Aldred y se alojó en su corazón...
Lo que pasó a continuación fue muy rápido. La proción alma que Armund había depositado en la daga se introdujo en el corazón de Aldred y se expandió rapidamente por todo su cuerpo, limpiando la corrupción que se había albergado en él. Entonces el alma de Aldred fue succionada hacia su cuerpo. Fue como entrar dentro de un torbellino, todo daba vueltas, pero distinguió el alma de Armund es su interior y se aproximó a ella. Fue un momento dificil de explicar.
Ambos espectros se miraron por unos instantes, ambos sentían lo mismo el uno por el otro. Sin dejar de mirar se se aproximaron, y sus ectoplasmas se tocaron. Una fuerte energía se desprendió de ese contacto y recorrió el cuerpo de Aldred desde donde estaban, hasta su corazón, produciéndole un terrible espasmo. Pero las almas siguieron aproximándose, ya casi pegados completamente, sus brazos se rodearon mutuamente, sus labios espectrales se aproximaban los unos a los otros lentamente y se fundieron en un beso, el más dulce beso que pudiese existir, y este abrió los ojos lentamente...
Contempló a Armund que le había cogido y soportaba su peso. Era muy hermosa y la amaba... Sus labios se separaron un poco

-Armund, yo......- es lo único que consiguió decir, y el agotamiento se hizo dueño esta vez de su cuerpo, cayendo desplomado.

Pero en su interior sentía como las dos almas continuaban besándose y abrazándose apasaionadamente. En su corazón, la parte del alma que Armund le había introducido se quedaría allí, junto a él para siempre...
Era feliz...

Armund

Armund abrió los ojos y miró los de Aldred. Seguían sin vida, eran inertes. Pero parecía que estaba luchando contra algo. No sabía qué pasaba exactamente, pero el cuerpo del bárbaro estaba tenso y parecía oponerse a algo.
Mientras intentaba organizar su mente, sintió... una presencia sobre sus labios. Le pareció un roce, aunque estaba claro de que no fue nada físico. Fue rápido, invisible, leve, etéreo... y dulce.
Apenas le había dado tiempo a pensar en qué había sido eso, cuando de repente Aldred salió despedido, empujado por una fuerza invisible. empezó a luchar contra Soldream, pero ya no era el mismo de antes. El que antes había sido preciso, rápido, con movimientos ágiles; ahora se movía torpemente y a duras penas podía dar dos pasos derecho. Parecía que algo lo empujaba y se tambaleaba constantemente. Armund se llevó la mano a los labios y se sintió familiarizada con aquella sensación que se le había quedado. Por extraño que fuera, le recordaba constantemente a Aldred, aunque seguía sin comprender por qué.
Había sentido una especie de roce, una sensación que sólo podría producir un beso de alguien muy deseado. Todavía tenía el vello de punta y sin embargo, Aldred había estado ahí, sin moverse, frente a ella, a punto de matarla.
A cada instante todo le parecía más complicado, los pensamientos se arremolinaban en su cabeza y le daba más y más vueltas a todo lo que había pasado hacía apenas un instante. Se oyó un gemido y Armund salió de su ensimismamiento. Soldream se había roto una pierna por el peso de Aldred sobre él. En ese momento, apenas respiraba por la presión que ejercía la mano del bárbaro sobre su cuello. Gotas de sudor perlaban la frente de Aldred mientras se deslizaban por la sien y por la nariz. Parecía que realmente estaba haciendo un esfuerzo muy costoso para tener tan sólo sujeto en el suelo a un drow con la pierna rota. El cuerpo del bárbaro se resistía a ser empujado por algo y de vez en cuando, le temblaban las piernas y parecía que iba a tener convulsiones.
Con la mano que le quedaba libre, sacudía el aire como si se quisiera quitar una mosca de encima. De repente, la boca se le secó por completo.

-Claro...- susurró - Cómo no se me había ocurrido...

Con el corazón en un puño, cogió la daga con la que Aldred casi la había asesinado. Cerró los dedos en torno a ella despacio, y con tan sólo pensar en lo que iba a hacer a continuación, la hoja de la daga se tornó de un azul brillante eléctrico.
Ahora sí podrían, le había transmitido parte de ella misma. Silenciosa, se acercó a la espalda de Aldred, mientras éste estaba demasiado ocupado intentando ahogar al drow, como para darse cuenta de lo que iba a pasar a continuación.
Soldream la vio por el rabillo del ojo, pero no dijo nada. Simplemente, volvió a fijar su mirada en Aldred. Armund levantó la daga y dudó. Al fin y al cabo sólo era un presentimiento, ¿y si fallaba?No podría enmendar su error... La sola idea de...

-¿Qué piensas hacer?-dijo alzando la voz Jarlaxle mientras se levantaba de su trono.

A Armund le pareció ver una sombra de duda y preocupación en su rostro. Aldred se giró...
Pero no le dio tiempo a parar el golpe. Armund le clavó la daga rápidamente en el costado derecho y el bárbaro la agarró por los hombros. La elfa se preparó para que la golpeara de nuevo, pero no lo hizo.

-Lo siento...-susurró Armund mientras le miraba con nerviosismo y preocupación.

Aldred resopló y gruñó, pero no la hizo nada. Es más, la fuerza que parecía haberle poseído estaba desapareciendo rápidamente. En unos segundos, las manos que la habían sujetado fuertemente los hombros, ahora estaban en el suelo evitando que Aldred se hubiera caído de cara.
Armund vio que la daga había abierto una herida con un cerco azulado en el costado de Aldred. Respiró tranquila, había resultado bien.
Se arrodilló a su lado y le apartó el pelo de la cara. Aldred levantó la mirada y la dirigió hacia ella. Vio que la miraba con dolor. Sus ojos habían vuelto a ser normales. Era como si hubiera estado ausente de alma todo aquel tiempo y ahora hubiera vuelto a él. La elfa notó un brillo extraño en los ojos del bárbaro. Aldred acercó lentamente su cara a la de la elfa mientras la acariciaba una mejilla con una mano. Era áspera, pero era el tacto que más había deseado tener sobre ella en aquel momento. Estaba lleno de heridas y de sangre. Sus ropas, su cara, sin contar con lo tremendamente cansado que estaba. Apenas podía abrir los ojos y se balanceaba peligrosamente.

-Armund, yo...-susurró Aldred mientras se dejaba caer.

Armund podía notar su aliento de lo cerca que estaba de ella. Los labios del bárbaro rozaron los de la elfa y su cabeza finalmente se dejó caer en el hombro de Armund.

domingo, 1 de julio de 2007

Soldream

Soldream arqueó una ceja, mirando a Aldred.
Su cuerpo parecía debatirse en una extraña lucha interior. Hacía movimientos extraños y reaccionaba de forma todavía más extraña.

- Qué... qué demonios... - Mitherell miró a Soldream - ¡Vamos! Tenemos que...
- Espera - le cortó él - Creo que esta no es nuestra lucha.
- ¿No es nuestra lucha? ¿Qué quieres decir?

El drow no contestó, sólo profirió una nueva media sonrisa.

- Saca a Armund de ahí, yo le distraeré. ¡Rápido! - Mitherell asintió,y fue hacia la elfa - ¡EH! ¡DUZMOR! ¡MALDITA BOLA DE FUEGO CORNUDA, VEN A MÍ! ¡ES A MÍ A QUIEN QUIERES VER MUERTO!

Aldred se volvió, como movido como un resorte, y aún forcejeando con algo invisible, se lanzó contra Soldream.
Mitherell se arrodilló junto a Armund, que tenía unas horribles marcas en el cuello.

- Armund, ¿qué ha pasado?

Ella no contestó, sólo observó con ansiedad la nueva pelea entre Soldream y Aldred. El drow se movía lo más rápido que podía. Contaba ahora con cierta ventaja, pues al cuerpo de Aldred le seguían dando fuertes espamos, como si peleara contra algo invisible. Sin embargo, Soldream estaba en su límite. No tardó en perder reflejos. Y eso le costó caro.
Aldred le agarró por el cuello, y lo estampó contra el suelo. Soldream intentó apoyar las piernas para amortiguar el golpe, pero éste fue mas bestial de lo que esperaba, y un desagradable crujido invadió la sala, seguido de un gemido ahogado. Se había roto una pierna.
Jarlaxle elevó la cabeza, con una indescriptible expresión el rostro.

- ¿De verdad pensabas vencerle, Soldream? ¿A Duzmor? - ella rió - Aldred te odia, y te matará. Ahora sabe cómo eres en realidad...
- Lo sabe... - murmuró el drow.

Aldred lo estampó contra el suelo, haciéndole escupir sangre por la boca. Apretó su cuello. Se lo rompería, lo mataría, por fin...
Duzmor bebería su sangre y despertaría.

- ¿Lo.. sabes? - jadeó el drow, asfixiándose - Tú... ahora sabes... lo que pasó... con Irish...

Armund abrió los ojos. ¿Qué significaba todo aquello? Mith también parecía tan perplejo como ella.

- Ella te amaba - gruñó esa extraña voz en Aldred - Tú la mataste
- Tú... tamibén... por poco matas... a Armund... - jadeó, intentando separar la mano de Aldred de su cuello, en vano.

Se estaba quedando sin respiación

- Yo... nunca... me perdonaré lo que hice - escupió sangre de nuevo - Pero... no pude hacer nada... Ahora lo sabes... cómo es.. cuando todo.. pasa... ante ti, como... una pesadilla... y no pudieses hacer... nada... ¿Crees... en.. serio que... me lo... perdonaré? N... nunca...

Una sola. Una lágrima corrió, abriéndose paso entre la sangre que manchaba su rostro.

- Al... menos me... alegro de que... consiguieras... - jadeó. Se estaba ahogando - pararle... antes de que... pasara lo peor... Pero... si... te rindes ahora... todo lo que... perdiste... todo... lo que... has hecho... no habrá servido... para nada...

Sintió que le faltaba el aire. Que se le nublaba la vista. Quizá ya hubiese llegado su hora de morir. Lo que fuera, le daba igual. No temía a la muerte. Y sin embargo, aún sentía la mano de Aldred oprimiendo su cuello... Aún no estaba muerto, ¿por qué no lo mataba ya?

Aldred

El alma de Aldred contemplaba la escena. Armund se había avalanzado contra su cuerpo acabando con aquella oportunidad de acabar con aquel despreciable ser de por vida, tras lo cual reaccionó lanzando a Armund contra él suelo... ¿Quién se creía que era para evitar lo inevitable, para apartarle de su objetivo? Acto seguido, propinó al drow una serie de puñetazos que habrían partido el tronco más grueso, y Soldream cayó al suelo.
Aldred disfrutaba del momento. Levantó el pie con intentción de aplastarle la cabeza, pero por segunda vez, Armund se interpuso abriéndole otro tajo en las costillas. Aldred contempló después como Mitherell lanzó un conjuro contra su cuerpo y lo hizo volar varios metros por la estancia contra la pared dejandolo tendido sobre el suelo
"Solo es un juego" pensó Aldred, pero cuando Armund se fue hacia él, su alma empezó a comprender, empezó a dudar...
¿Y si Soldream, cuando mató a la mujer que amaba, estaba poseído...?¿Y si no hubiese sido consciente de sus actos?¿Aún siéndolo, y si no huebiese podido frenarlos?
Su cuerpo, dominado casi por completo por Duzmor inmovilizó a Armund, lo cual llenó de furia a su alma, que intentó volver a su cuerpo, pero el demonio se había hecho demasiado fuerte en su interior. Su alma descendió hasta el suelo donde intentó una y otra vez volver a dominar su cuerpo, pero era imposible...
En ese momento su cuerpo levantava la daga que antes había estado en manos de Armund contra ella, lo cual hizo que su alma redoblara las fuerzas para intentar volver dentro de sí mismo, pero no había manera

-Aldred... - escuchó que decía rmund mientras una lágrima recorria su rostro, su hermoso rostro...

Una y otra vez su alma acometía, en su cuerpo se había formado una barrera invisible, no podía hacer nada, era incapaz de controlar su cuerpo y Armund moriría sin remedio...

-Te.. quiero

Aldred lo sabía, lo intuía, sin embargo, nunca lo había escuchado de sus labios. Aquella frase que tanto tiempo atras había deseado decirla, aquella frase que le atormentaba día y noche sin que encontrase solución, quien lo fuera a decir, tan valiente en la lucha y sin embargo no era capaz de decirle aquella misma frase a la mujer que amaba.
Y una vez más recordó la visión de Soldream matando a su amada, y a él mismo que iba a cometer el mismo acto, y todo cobró un sentido nuevo.
Una nueva fuente de enrgía volvió a surgir de su interior, una como nunca antes había sentido, se sentía vivo e nuevo, pasara lo que pasara, nunca se rendiriía, no permitiría que la mujer que amaba cayera bajo las manos de auqel ser, Duzmor, quien también le había robado a sus seres más queridos tiempo atrás...
Tenía que luchar.
Sin pensárselo dos veces, y aún a sabiendas de que sería inutil, su mano intentó agarrar a su cuerpo, pero simplemente lo atravesó. Incapaz de darse por vencido, y al observar la daga cada vez más cerca de Armund, redobló el esfuerzo. Allegar a la mano de su cuerpo esta vez sintió que podía cogerla, sintió que podía detenerla, y así lo hazo: detuvo la daga a apenas unos centímetros del cuello de Armund.
El alma y el cuerpo forcejearon durante un momento, el cual pareció interminable. El cuerpo era muchísimo más fuerte que cualquier ser vivo en el mundo, pero Aldred ya no era un humano, sino un alma que era impulsada por el deseo de salvar a su más preciada posesión, Armund...
Tras el forcejeo, el alma consiguió empujar a su cuerpo que salió empujado unos cuantos metros hacia atras, incapaz de comprender lo que acaba de ocurrir. Aprovechando el tiempo que aquello le había brindado, el alma de Aldred se dió la vuelta, se acercó rápidamente hasta Armund, se inclinó y la besó...
No sintió nada, su alma no era capaz de sentir nada de lo que no hubiera estado impregando, como su cuerpo... Resignado a su suerte, Aldred volvió a darse la vuelta y se encaró contra sucuerpo, que volía arremeter contra Armund, esta vez la lucha acabaría...
Su cuerpo, aunque capaz de sentirlo, no podía ver a su alma, pero aun así sabía que estaba alli, asi que arremetió contra ella. Aldred detuvó de nuevo la muñeca de su cuerpo, pues aunque le percibiese, tenía la ventaja de no ser visto. Su cuerpo se había hecho ocn 2 espadas, una que reconoció como Aéraser, y la otra, la suya propia. Inmovilizado por un brazo, su cuerpo lanzó una estocada contra Aldred que le atravesó el pecho. Sintió mucho dolor, y pensó que muerto, ya no podría hacer nada por salvar a sus compañeros, pero una vez más subestimó el contacto entre los 2 mundos, entre el alma y el cuerpo, entre la vida y la muerte. Tan rápido como la espada dejó de estar en contacto con su cuerpo el dolor cesó.
Más confiado en sí mismo, soltó el brazo lo cual tras una segunda estocada decidió que había sido una mala idea, pues ambas espada no eran espadas corrientes sino que por ellas corría un gran flujo de energía que hacía que cada vez estubiera más cercano a reencontrarse con sus ancestros...
La lucha aun no había concluido.

Armund

Armund cogió las armas que los drows habían dejado al explotar. Pegajosas por la sangre, le pasó un cuchillo mediocre a Mitherell. Mitherell la miró con cara de broma.

-Oye, ya sé que no es una espada, ni un báculo ni un arco, ¿vale? Pero algo es algo.-gruñó mientras cogía otra daga.

Abrió la puerta que los encerraba en aquel pasillo repleto de celdas vacías, y pasó a la siguiente estancia, donde estaban las celdas repletas. La gente aullaba, gemía... Armund se tapó los oidos y empezó a gemir. Aquel ruido la ponía nerviosa. Todo la daba vueltas y empezó a sentirse atrapada en aquel lugar.

-Armund...-dijo Mitherell, mirándola preocupado.
-Mith, necesito salir de aquí...-gimió- No puedo aguantar estos gritos

Los presos parecía que iban a arrastrarlos con ellos al interior de sus celdas mientras estiraban sus brazos para alcanzarlos "Sácanos de aquí" suplicaban "Libéranos o mátanos de una vez..."

-Armund, no podemos dejarlos aquí. Mira lo que la hicieron a esa chica.
-Mith, te lo pido por favor, sácame de aquí. Hay algo que no son solo los gritos. Por favor, luego volveremos a por ellos. Los liberaremos a todos, pero salgamos de aquí...-gimoteó.

Mitherell la cogió del brazo y llevó a Armund medio a rastras hasta el final de aquella estancia. Abrió la pesada puerta, y la cerró cuando los dos hubieron salido. Armund se apoyó respirando agitadamente en la puerta y se dejó deslizar hasta caer sentada en el suelo. Cerró los ojos con fuerza y poco a poco dejó de sentir aquella presión. Abrió los ojos y vio a Mitherell vigilando alrededor.
Habían ido a parar a una sala lujosísima llena de columnas. El suelo estaba alfombrado de terciopelo y las columnas estaban decoradas con sedas. Se levantó con pesadez y caminó hacia Mitherell.

-¿Dónde estamos?
- Eso intento saber -dijo mientras abría una puerta.

Mitherell se quedó sin habla y Armund lo pellizcó.

-¿Qué pasa ahí dentro?

Mitherell seguía sin moverse y Armund lo empujó hacia la sala con impaciencia.

-¡Déjame ver y quita de una...!

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ZSHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!!
Justo donde antes había estado Mitherell ahora estaba el filo de una espada.
A Armund se le cortó la respiración. El sonido del aire que había producido aquel arma casi la había revanado la cara. Solamente se le consiguió parar el corazón del todo cuando vio quien tenía aquel arma.

-Aldred...-balbuceó.

Aldred la cogió del cuello con una gruesa mano y la lanzó al centro de la sala, a los pies de Soldream.

- Así que habeis conseguido escapar... Cuánto me alegro, parece que nadie quiere perderse el nacimiento de Duzmor.-dijo una helada voz a sus espaldas.- Tendré que castigar a mis guardias por ello.-añadió

Armund giró la cabeza aturdida y vio a Jarlaxle sonriendo con tensión. Desde luego, había pensado que ya les habrían matado en aquella prisión.

- Ya no hace falta que les castigues...-gruñó Armund por lo bajo.

Jarlaxle entornó los ojos mientras la miraba pero no añadió nada más.

-Soldream, ¿qué...?
-Hazte a un lado si no quieres que Aldred te rebane el cuello.-gruñó- Estoy bastante ocupado intentado que no me lo corte a mí. Vete con Mitherell.
-Pero...
-Vete- repitió mientras se preparaba para una nueva embestida de Aldred.-No puedes defenderte si te ataca con esa mierda de cuchillo.

Armund se escabulló con rapidez a gatas mientras Aldred se dirigía a Soldream. ¿Qué podría haber pasado para que Aldred actuara así?

-Mitherell...
-Yo tampoco entiendo nada, Armund. Todo esto es muy extraño.

La lucha entre Aldred y Soldream era feroz. Soldream se defendía con rapidez y se escabullía de los ataques de Aldred con una agilidad felina. Estaba claro que no quería atacarlo, pero se cansaba por momentos. la frente estaba perlada de sudor y respiraba con cierta dificultad. Aldred sin embargo, parecía que finalmente lo estaba dominando aquel mal que tenía en su interior, porque estaba atacando con una fiereza sobrehumana. Parecía que ganaba poder a cada segundo.
Al cabo de un buen rato, Soldream se tropezó torpemente al retroceder y cayó de espaldas. Parecía que ya estaba todo perdido para él. Sin embargo, no perdió su semblante sereno y miró a Aldred para ver la muerte en sus ojos.
Aldred alzó la espada para matarlo... cuando Armund se subió encima de él y le tapó los ojos. Igualmente, Aldred descendió la espada hacia Soldream, pero aquella fracción de segundo la aprovechó el drow para escapar de aquel posible final. Sin embargo, en la caída había perdido la espada y el arma se había deslizado por el suelo muy cerca de Aldred. Armund sabía que con ello se había arriesgado demasiado, pero no podía dejar que matara al drow, por muchos roces que hubieran tenido.
Aldred se revolvió con furia y cogiendo a Armund por la muñeca de su brazo derecho la lanzó contra el suelo. Armund gimió del dolor pero apenas tuvo tiempo de apartarse porque la espada del enloquecido Aldred se había estrellado contra el suelo donde un segundo antes había estado ella.

-Esto se pone interesante...-susurró Jarlaxle mientras sonreía con sinceridad esta vez.
-Cállate, zorra-le espetó Soldream mientras se ponía de pie de nuevo y se dirigía rápidamente hacia Aéraser.

Sin embargo, Aldred llegó antes y cogió la espada del drow. Soldream dudó, porque ahora el mortal humano luchaba con dos espadas a la vez, pero siguió avanzando. En cuanto llegó a la refriega, Aldred le dio tal puñetazo que el drow se encorvó del dolor y Aldred le volvió a dar otro puñetazo en la espalda. Realmente, Aldred se había vuelto muy fuerte por momentos.
Era... Sobrenatural.
Armund le asestó un tajo en las costillas con el cuchillo, pero lo único que hizo fue que Aldred gruñera. Mitherell se levantó por fin del suelo y le lanzó un conjuro que hizo que el humano saliera despedido por los aires y chocara contra una columna. El golpe fue brutal, y Aldred cayó de boca al suelo. Nadie se movió esperando la ira de Aldred, pero sin embargo, el bárbaro no gesticulaba. Parecía inconsciente. Jarlaxle se levantó de su trono con las cejas arqueadas.

-No puede ser que haya podido con él un simple elfo...-dijo con cierta decepción en la voz.

Armund se acercó preocupada.

-Aldred...-dijo mientras le acariciaba un mechón de pelo.
-Armund, ten cuidado...-le advirtió Mitherell.
-No se mueve, Mitherell...-dijo la elfa con un nudo en la garganta mientras le daba la vuelta a Aldred.

El bárbaro abrió los ojos y con una rapidez sorprendente cogió por el cuello a la elfa. Armund, cogida por la sorpresa, se quedó congelada del pánico mientras Aldred apretaba cada vez más la mano.

-Aldred...-susurró Armund-Aldred... soy yo.

Aldred sólo la miraba con los ojos vacíos. No tenían brillo alguno. No había piedad en ellos.

-Aldred, me....me estás ahogando-dijo la elfa con un hilo de voz mientras se revolvía inúltilmente en el puño de aquel enloquecido bárbaro.

Soldream y Mitherell se prepararon para atacar pero a duras penas Armund les hizo una seña para que no lo hicieran. El drow y el elfo se quedaron perplejos pero no se movieron. Sin embargo, estaban en tensión, preparados para atacar. Aldred sacó una pequeña daga de su cinto y agarrando por el pelo a la elfa, empezó a deslizar la daga suavemente por su cuello. Ena pequeña línea rojiza cobraba vida en el cuello de Armund. La elfa agarró inútilmente la mano del bárbaro para que la soltara mientras un delgado hilo de sangre se deslizaba por su cuello.
Mitherell y Soldream volvieron a avanzar pero Armund les volvió a detener.

-Aldred...-susurró la elfa mientras una lágrima corría por su cara.

Ya todo lo daba por perdido, así que le dio igual decirlo. No quería morir sin haberle contado aquel sentimiento que tanto la mataba desde hacía mucho tiempo

-Aldred...te quiero.

Después de eso, la elfa cerró los ojos para morir... Los recuerdos con Aldred pasaban veloces ante ella.
Pero la daga se detuvo. Armund siguió con los ojos cerrados, seguro que había dejado la daga para matarla con otra cosa. Sin embargo, no pasaba nada. Sólo escuchaba la respiración agitada cada vez más cercana de Aldred.

Aldred

La sensación que tuvo en la cueva retornó como un rayo a su cuerpo, el alma de Aldred se despegó de su cuerpo y se fue a un plano superior desde donde miraba la escena con rabia. Aún en alma, seguía odiando a Soldream por lo que había hecho. Lo único que deseaba era acabar con él, matarle, cortarle en mil trozos y disfrutaría haciéndolo...
Fue a por él pero Soldream, aunque herido lo esquivó, pero Aldred sabía que sus fuerzas estaban al límite, no podría aguantar mucho más. Volvió a lanzarse contra él, pero saltó por encima de él y al caer casi pierde el equilibrio. En ese momento, una cara de triunfo se tornó en el rostro de Aldred, era como un juego, en que la presa estaba atrapada y él tenía todo el tiempo del mundo par darle caza...
El alma de aldred flotaba unos 3 metros por encima de su cuerpo, observando las acometidas y los furtivos intentos de escabullirse de Soldream. Aldred se dirigió triunfal hacia su presa en el mismo momento que esta pronunciaba el nombre de su espada, Aéraser, y la espada se materializó en su mano. Aldred se quedó dubitativo unos instantes, pero luego se recobró y reanudó la acometida. Iba desarmado, pero en aquel momento no le importaba pues aquel estúpido drow no parecía tener intención de matarle, sino más bien, de advertirle.
Al sucederse la siguiente acometida y al verse, Soldream, atrapado por el cuerpo deAldred, soltó una estocada que abrió un tajo en el costado de Aldred, lo que le causo un terrible dolor incluso a su alma que seguía flotando por enciama de ellos, imperceptible a su ojos.
De la herida salían pequeñas gotas de un icor negro que al tocar el suelo se evaporaba. No cabía duda, el demonio ya se había apoderado casi por completo de su cuerpo, pero eso no le importaba, solo quería matar...
Aldred, sin resignarse volvió a atacar al drow, que seguía defendiéndose, y al cabo de un rato, el cuerpo de Aldred estaba cubierto por al menos una docena de cortes de donde manaba aquel icor negro de olor nuseabundo. Al ver la resistencia que ofreció Soldream, su sonrisa se agrandó y de su garganta salio un rugido

-La presa acorralada es la más peligrosa- desde las alturas, el alma de Aldred escuchó casi con temor a su cuerpo, la voz que había salido de él era aquella voz contra la que se había enfrentado en el pasado, aquella voz que parecía surgir del mismisimo inferno y que helaba hasta la sangre, aquella voz que sonaba como mil almas en pena, sonaba adestrucción, a muerte...

Incluso Jarlaxe se estremeció en su trono.

-Prepárate a morir...

En ese momento, un gran alboroto surgió detrás de las puertas que se acaban de abrir de par en par, y Mitherell y Armund aparecieron en la sala, y miraron con horror la escena, mientras el cuerpo de Aldred se dirigía hacia ellos dispuesto a que nada estropease el momento de su grandiosa venganza...

Soldream

Soldream abrió los ojos, alertado por una sensación tan intensa como escalofriante.
Toda su vida había pasado sin compasión ante sus ojos, abriendo las antiguas heridas que él creía olvidadas. Pero sin duda, lo que más le dolía, en el fondo, es que fuese Aldred el que lo viera de aquella manera. Cuando alzó la cabeza, sus pupilas se contrajeron en una expresión de terror, a la vez que sorpresa.
Aldred temblaba de arriba a bajo, con los ojos encendidos como ascuas, y despidiendo un instinto asesino que podría percibirse casi a kilómetros. Un instinto asesino... contra él.
Jarlaxle, entonces, le soltó. Soldream sintió la zona del cuello, pringonsa por la sangre y caliente... Muy caliente, abrasaba de hecho. Pero no podía prestar atención a eso. Aldred parecía apunto de estallar. Su esencia demoníaca le inundaba y corría por sus venas en oleadas, como si fuese un volcán a punto de entrar en erupción.

- ¿Aldred?
- En cuanto pruebe tu sangre - dijo Jarlaxle - Duzmor despertará... Y el alma de tu amigo quedará sepultada bajo el fuego del demonio durante el resto de sus días.
- ¿Cómo sabes que Duzmor no te matará en cuanto regrese? - preguntó el drow, levantándose.
- No lo hará... No mientras tú sigas con vida y ese sello siga brillando con el fuego del Infierno. Y Duzmor lo sabe. Sólo necesita tu sangre. Si mueres desangrado... sí, puede que yo muera asesinada por Duzmor, pero al menos no estaré aquí para ver como los demonios devastan toda esta tierra. - Jarlaxle sonrió - Bueno, os dejo, creo que será una pelea interesante.

Con un movimiento de su mano, Jarlaxle se teletransportó a su trono, en el otro extremo de la sala, dispuesta a ver cómo Duzmor regresaba a costa del alma de Aldred y, porpablemente, la vida de su hijo.
Soldream miró a Aldred a los ojos, intentado, quizá, encontrar en ellos algún atisbo del Aldred que conocía. Pero lo único que vió fué la ira del demonio, consumiendo a su compañero por momentos.

- Aldred... Aldred, ¡despierta!

Aldred se lanzó contra él, con una violencia inusitada. Soldream lo esquivó por los pelos de un salto. Cuando aterrizó, tuvo que hincar una rodilla en el suelo. La pérdida masiva de sangre le estaba psando factura. No podría pelear, ni siquiera un milagro podría ayudarle en esa situación.

- ¡Aldred! ¡No dejes que te consuma! - gritó Soldream
- Traidor... voy a cabar contigo... - siseaba su compañero, cegado por el odio.
- Tsk..

Aldred volvió a embestir contra él. Soldream apoyó su mano en la espalda de él, y saltó sobre su comañero. De nuevo, le costó mantener el equilibrio al aterrizar. Aldred se detuvo en seco, mirándole ocn desprecio.

- Joder... Sigues siendo... un maldito cabezota - jadeó Soldream - ¿Quieres pelea? La tendrás. ¡Aéraser!

En el momento, la espada se materializó en su mano. Era imposible que ganara, y tampoco quería herirlo. Pero, ¿qué opciones tenía? Aún tenía una mínima esperanza en amrund y en Mitherell... Tenía que ganar tiempo, tenía que pelear para que Duzmor no completara su resurrección antes de que llegaran... Tenía que enfentarse a él. Un drow nunca se rinde. Y él, no iba a ser menos.
No era humano. No era un drow. Era ambas cosas.
Del mismo modo que sabía que Aldred seguía oculto en alguna parte de su corazón, ahora encerrado entre muros de fría piedra y fuego.

-¡Vamos, ven a por mí! ¡Mátame si me alcanzas!

Aldred se lanzó contra él una vez más. "Armund, Mitherell, ¡¡daos prisa maldita sea!!"

Armund

- Me llamo Amerië Faerün, hija de Idril, Flecha de Acero, hijo de Cibel, El Justo, hijo de Celebrian, El Conquistador de Dragones.

- ¿Celebrian El conquistador? ¿El que llevó a los dragones antiguos fuera de Gielver hace miles de años? ¿Por tus venas corre su sangre?

Armund asintió.

-Los elfos me llaman Amerië Faerün, Venas de Fuego, los hombres Armund, La vengativa, y los orcos y cualquier otra criatura que sea capaz de entender o hablar la lengua negra me llama Nienna Felagund, La que nunca muere. Personalmente, prefiero Amerië Faerün- sonrió.

- Mi madre era una druida de noble cuna y mi padre un guerrero. De mi madre aprendí a dominar el entorno, el clima, las criaturas. A dominar la vida, pero siendo siempre parte de ella. Me enseñó que cada ser en el mundo tiene su propia magia, aunque sea pequeña, que es lo que nos impulsa a querer vivir. Que hay un gran poder que se reparte entre todos. Comprendí más tarde que cada vez que alguien muere, su magia se reparte al resto del mundo, dejando huella de su propia existencia. De mi padre aprendí la guerra, el sabor de la sangre y la disciplina. Aprendí a luchar por mi vida, a sobrevivir.

Armund hizo una pausa, pero como Mitherell no hablaba, continuó su relato.

- Cuando todavía era muy joven, mi padre tuvo que marcharse a la guerra para proteger a su rey. - entrecerró los ojos intentando memorizar- recuerdo a mi madre muy angustiada hablando con mi padre la noche anterior a su partida. Al final los dos se besaron y se abrazaron durante mucho tiempo. Al día siguiente mi padre me hizo un regalo, por si no volvía. Me grabó la mitad de mi tatuaje, para protegerme por si se avecinaban tiempos peores. Según él, significa “sangre”.

- ¿y la otra mitad del tatuaje?

- La otra mitad me la grabó mi madre cuando la guerra se extendió al final hasta nuestras tierras y ella tuvo que quedarse para proteger a su pueblo. A mí me obligó a marcharme con un grupo que emigraba a la capital. Creo que nunca se lo perdoné, aunque sabía que me estaba salvando la vida - dijo bajando la cabeza.

- ¿y qué significa?

- “vida”- sonrió Armund.- Dijo que el amuleto completo me ayudaría cuando lo necesitara. Que era una señal…o algo así... que me avisaría de cuando ocurriera y que me protegería también.

- ¿Cuándo ocurriera el qué? ¿y protegerte de qué?

- Y yo que sé, hace más de doscientos años cuando ocurrió eso. No esperarás que recuerde todo lo que hablé con mi madre. Después de que me fuera de mi tierra, tiempo después de que ya estuviera en la capital, me contaron que todo había quedado devastado. No sobrevivió nadie. Dicen que se abrieron las puertas del infierno y que lo devoraron todo a su paso.

- Entonces se supone que tienes una especie de amuleto…pero que aparentemente también te da ciertos poderes que no puedes controlar ¿no?

- Eso parece- gruñó la elfa- supongo que no tuvieron mucho tiempo de explicármelo. Y que además no podría controlarlos muy bien.

- ¿Y después qué hiciste?

- Como te he dicho, mi madre me obligó a irme con un grupo que huyó de la ciudad. Les pagó para que me protegieran con su vida si fuera necesario y a mí me dio una carta para el Señor que vivía en la capital. Al final de los cincuenta que partimos, sólo llegamos veinte a la capital. El viaje fue bastante duro, la verdad, y había pocos sitios donde pudieras estar a salvo tal como estaban esos tiempos. No te podías fiar ni de tu sombra, y apenas nos daban cobijo en alguna casa.

- ¿Allí conociste a Aldred?

- Qué va, a Aldred le conocí bastantes años después en Coor. Cuando llegué, le di la carta de mi madre al noble que dominaba esas tierras. La estuvo leyendo mucho rato, creo que varias veces mientras negaba con la cabeza una y otra vez. Al final me dio un abrazo y después me dijo que trabajaría como doncella para su hija. Por el cariño que le tenía a mi madre me daría un techo, una cama donde dormir y comida caliente todos los días a cambio de trabajar para él. Supongo que tendría buenas intenciones, pero su hija demostró todo lo contrario. La verdad es que no nació muy agraciada de cara, además de tenerla picada por alguna enfermedad, así que durante años me hizo vestirme con las ropas más horrorosas y ridículas para realzar un poco su belleza para el que la viera a mi lado. Además de no dejarme apenas bañarme e ir lo más sucia y maloliente posible. O eso intentaba. Le había abierto sus piernas a más de la mitad de la guardia de su padre e incluso comerciantes humanos e invitados especiales de su padre también, intentando conseguir que alguno se quedara con ella, pero lo único que conseguía era que cada noche la viniera a visitar uno diferente. A la mañana siguiente, su cama siempre yacía vacía. Y la frustración ante los desprecios que le hacían los hombres, los pagaba conmigo ordenando que me pegaran palizas, porque decía que al yo oler tan mal, los ahuyentaba y ninguno quería quedarse con ella. Cuando descubrió que a pesar de que se acostara con medio regimiento, siempre que la acompañaba me miraban a mí antes que a ella a pesar de mi aspecto, estalló de ira y me despidió poniendo la excusa de que la había traicionado. Su padre intentó hacerla recapacitar pero le dije que era mejor marcharme. No pensaba soportar a esa estúpida más. Por las humillaciones que me hizo pasar durante tantos años, cuando me marché le dije a su padre que una noche cualquiera fuera a visitar a su hija a su habitación. Él me preguntó por qué pero sólo le dije que lo hiciera. Supongo que lo hizo, porque para cuando llegué a Coor ya se rumoreaba por entonces que el Señor de la capital de los elfos había desnudado a su hija en mitad de la plaza central de una ciudad y había ordenado que durante una semana, con sus días y sus noches, todo ser que quisiera, hombre, elfo o cualquier otra criatura, se la follara sin ningún tipo de repercusión. Creo que al final murió desangrada…o agotada por el esfuerzo y de no poder dormir.

- Joder, qué venganza, ¿no?

- Ahora ya sabes por qué me llaman Armund La vengativa.- se encogió de hombros.- Cada uno sobrevive como puede.

Hubo un momento de silencio que al final fue roto por un bostezo de la elfa mientras se estiraba y se crujía algunos huesos.

- bueno, creo que he hablado ya durante bastante rato. ¿No crees que ya sea hora de salir?

- Si, pues ya me dirás tú como…

- Con las llaves que tienes a tu lado.

- ¿Qué llaves?

- Las llaves que tenía alguno de esos drow atadas a la muñeca antes de que se despedazaran de esa forma.

Mitherell se giró para mirar fuera de la celda y vio que al menos tenían un golpe de suerte. Una mano de aspecto azulado y nada agradable, tenía todavía atadas a la muñeca lo que parecían las llaves de las celdas y había caído junto a ellos tras la explosión. Tan solo tendría que coger aquel muñón sanguinolento y desatarle las llaves. El elfo miró aquel trozo de carne con mucho asco y Armund se echó a reír.

- vamos, ánimo, que tampoco puede ser tan asqueroso coger un trozo de mano cuando has matado ya a varios de ellos.

- Una cosa es matar, y otra muy diferente, es que después de muertos, estés jugueteando y toqueteando sus miembros. Y si tampoco es tan difícil, ya podrías levantarte y hacerlo tú.

- Está más cerca de ti, a mi me pilla muy lejos.

- Menuda vaga estás hecha…

Mitherell la miró con fingido odio contenido y después cogió la mano con aquellos dedos tan fríos y tiesos. Desató las llaves todo lo rápidamente que pudo, y abrió la celda. Cuando salieron de la celda, Mitherell fue a tirar las llaves pero Armund lo detuvo.

- Espera, tengo una idea mejor.

- ¿Cuál?

- Ya lo verás.

Cuando salieron de su estancia, recorrieron el resto de las celdas y la elfa le lanzó las llaves a uno de los presos mientras éste le suplicaba.

- ¡No os vayáis! ¡Sacadnos de aquí!

- Toma, pero encárgate de que salgan todos. Como luego vea que queda una sola celda por abrir, me encargaré yo misma de cortarte esas manos y echárselas a los cuervos.

El preso asintió nervioso mientras murmuraba unas cuantas palabras y le prometió que sería como ella ordenaba.